Concurso “Escribir en agosto”: Relatos finalistas

Gracias a todos los participantes en este concurso. Ha sido enriquecedor leer vuestros microrrelatos. Espero que para vosotros también haya sido una manera agradable de escribir en agosto.

A continuación os dejo con los 9 microrrelatos finalistas para que los podáis leer antes de la votación final. Os recuerdo que esta votación la podéis hacer en el grupo “Escribir en agosto” de Facebook, y que sólo pueden votar las personas que integran este grupo a fecha del 26 de agosto. La votación puede realizarse desde hoy hasta el sábado 2 de septiembre (inclusive).

¡Enhorabuena a los finalistas y buena suerte!

RETO 1: EL VIAJE

GLAMOUR Pilar Alejos Martínez 15 votos (13 me gusta + 2 me encanta)

Ya era demasiado tarde para volverse atrás. Era un oficio muy exigente para ella —pensó Lucía, mientras, con mano temblorosa, delineaba una raya negra sobre sus pestañas postizas. Previamente, había maquillado su rostro exagerando sus rasgos, sin olvidarse de pintar sus labios de rabioso carmín. Era necesario si deseaba llamar la atención. Luego, se vistió con aquella ropa estrafalaria de colores chillones. Por último, se calzó aquellos zapatos tan llamativos y se colocó una peluca de estilo afro.
Frente al espejo, comprobó su aspecto y se sintió satisfecha del resultado. Guardó en su bolso todo lo que necesitaba para realizar bien su trabajo. Ella era una auténtica profesional. Salió a la calle dispuesta a emprender aquel duro viaje. Esta vez llegaría hasta el final.
Pero fue incapaz de entrar en aquella habitación, aunque intentó hacer de tripas corazón y mostrar su mejor sonrisa tras colocarse su nariz roja.

ZOOTANIC Alexis J Freites14 puntos (13 me gustas + 1 me encanta)

La estruendosa colisión a un “iceberg” los despertó de sobresalto, el tigre fue el primero en darse cuenta; sintió la inclinación del barco, se ahogarían sin remedio.
Se atrevió entonces a rugir desde su jaula una utopía a la leona:
“Nunca pretendí ser rey de la selva -rubia felina- para ese oficio se nace león. Para quererla, en cambio, bastó una raya de las mías, sepa ahora que la amé con todas. Y si la melena hubiera puesto usted de requisito; usar peluca, por sus besos, era el plan”.
Cierto ruido de violines en popa impidió escuchar el rugido de vuelta que ella ofrecía durante el hundimiento. Su jaula -la de ella- fue una roca, -la de él- fue una suerte: sobre una mesa de madera, aún flotaba.
Se pregunta ahora el tigre si es fortuna o desgracia; verse vivo, con una duda que lo mata.

INDOCUMENTADOS Edwin Colón Pagán 14 puntos (13 me gusta + 1 me encanta)

Se pone su mejor vestido y sus zapatos negros de tacón alto. Lola, peluquera de oficio, se monta en lancha hacia Puerto Rico sin pensarlo dos veces. Está prohibido llevar equipaje. Solo lo que puedan cargar en sus carteras o bolsillos. El estampado de su traje azul no combina con la oscuridad de la noche. Ni con los recuerdos que deja a sus espaldas. Tampoco con su destino.
—¡Relámpagos! Entren. Se avecina mal tiempo —grita el encargado del endeble bote.
La sinfonía de marullos golpea los sentidos. La lluvia inmisericorde. El viento escupe a los más de sesenta pasajeros. Las gotas traspasan la peluca rojiza de Lola, mientras dos niños dominicanos la miran boquiabiertos. La duda y el miedo se pelean el primer lugar entre sus pelos postizos y empapados. Ella mantiene el pánico a raya. Suspira. Medita. Reza.
Se queda dormida en espera del amanecer. Nadie despierta.

RETO 2: EL COLECCIONISTA DE SELLOS

LA CARTA Laura Fernández Salvador 13 votos (9 me gusta + 4 me encanta)

Su padre nunca fue bueno con él. En realidad ni con él, ni con nadie. Subió al desván buscando intimidad para escribirle una respuesta a su miserable petición de dinero para su operación.

“Querido papá. Sabes que tengo la más valiosa colección de sellos de todo el país. En una ocasión otro coleccionista me ofreció una importante cantidad. Ésta sería más que suficiente para cubrir los gastos de tu operación. La pena es que la colección tenía que estar completa, y eso, como tantas otras cosas en la vida, no ha sido posible. Que la tierra te sea leve. Tu hijo”.

Metió la carta en un sobre. Abrió su colección de sellos perfectamente conservada y sacó una de las valiosas estampas. La humedeció con su lengua y la utilizó para enviar la carta.

ELLA Christianne Acacia 13 puntos (11 me gusta + 2 me encanta)

El timbre de la puerta sonó, sabía que era ella. Abrí, nos medimos con la mirada balbuceando un saludo. En silencio subimos la estrecha escalera al desván. Al llegar le indiqué con la mano que todo estaba listo para que se lo lleve. Cajas cuidadosamente catalogadas por él.
Se sentó en el escritorio que en secreto compartieron por años.

-Él quería que fuera tuyo –dijo.

Sin responder, le entregué la carta cerrada que con meticulosa letra indicaba: “Para ella”.
Dudó un instante, pero decidió leerla en ese momento. Yo la miraba impasible, mientras las lágrimas corrían por sus mejillas. Me miró agradecida.

-Has de leerla tú también.

Dejamos que el tiempo menguara nuestras heridas. Compartimos ahora los domingos en aquel desván, de su boca conozco la historia de aquellos sellos, del padre que no conocí en vida y a esa mujer que por años condené por ser prohibida.

LA COLECCIÓN Mariví Díaz 12 puntos (10 me gusta + 2 me encanta)

Subió al desván sin hacer ruido. Sacó el manojo de llaves y abrió la puerta, que crujió, cansada de tanto sigilo. “Tengo que engrasarla”, pensó el meticuloso coleccionista. Cogió su álbum de sellos, estaba deseando pegar el último, el que más le había costado conseguir.
Los ruidos comenzaron: “buum, buuummmm”, cada vez más continuos. Estaba harto, pero respiró profundo, pidiéndose a sí mismo calma. Buscó entre todas las llaves hasta que encontró una pequeñita, la que abría la reja del fondo. Entró en el diminuto cubículo donde había una chica joven, mirándole fijamente, atada y amordazada.
“Buenos días princesa. Ya te he dicho que aquí nadie puede oírte, no quiero que te hagas daño dando golpes. Mira, ¿quieres ver tu sello? Es el último de mi colección”. Abrió el álbum y se lo enseñó: había 12 sellos. Uno por cada chica que había matado.

RETO 3: EL BARCO

SECUESTRO EN ALTA MAR Edwin Colón Pagán 17 puntos (16 me gusta + 1 me encanta)

…en todo ese tiempo nunca escuché el rumor de las olas. Me amarraron. Vendaron mis ojos. Amordazaron mi boca. Me encerraron en la quilla del barco. Advertí el temor de los tres secuestradores. La posibilidad de comunicarme con mi padre y escapar los aterraba.

__ Con este tesoro no más salidas a mares peligrosos __ dijo el más joven de los pescadores.

__ No cantemos victoria, es necesario mantenerla callada __añadió Ulises, el capitán, mientras observaba las impresionantes extremidades inferiores de la cautiva por la escotilla.

Recordé los consejos de mi madre de no alejarme del hogar. Y sobre todo los regaños del rey, mi adorado padre, cuando abandonaba la comarca sin permiso.

Los raptores, ignorantes, no sabían que necesitaba agua salada para sobrevivir. Mi padre logró rescatarme moribunda. Me liberó. Me empapó las aletas. Sopló enfurecido. Amaneció la barca despedazada en las orillas. Volví a cantar…

EL POINT REYES Paula Sicard 13 puntos (12 me gusta + 1 me encanta)

En todo ese tiempo nunca escuché el rumor de las olas, en éste, el lugar más sagrado de mi niñez. Nunca necesité sofisticados juguetes. Yo tenía el mejor de todos y fui su capitán. Aquí estoy, Point Reyes. Te recorro una vez más. Vine a buscar mis sueños. En alguno de tus rincones los dejé dormidos. “¡Leven anclas, icen velas!”, a mi orden, siempŕe, el cielo se despejaba, el viento soplaba fuerte y la nave partía hacia una nueva aventura. Llévame otra vez hacia ese maravilloso tesoro de monedas de chocolate y rubíes de bombones. Que el viento nos empuje a la batalla, donde con nuestras espadas de madera “¡Arrrgg!”, vencimos al Capitán Garfio, o donde nos salvamos de morir encantados por las sirenas. Ayúdame a encontrar el polvo de hadas con que te hicimos volar y conquistamos hasta las galaxias. ¡Vamos Point Reyes!, es hora de zarpar.

ESPÍRITU Begoña Marco 12 puntos (11 me gusta + 1 me encanta)

En todo ese tiempo nunca escuché el rumor de las olas, a pesar de estar en la cubierta del barco. Padre Michael nos solía contar allí historias, pero esa noche fue distinto. Cuando llegué, agarraba con fuerza algo que me asustó: era la imagen de una mujer joven en una hoja de papel. No era un dibujo, como el que hacen los brujos en la cueva, sino una imagen real, en tonos oscuros. Pregunté a Padre Michael si era un espíritu. Él me miró con los ojos en desvarío, y asintió. Esa noche, Padre Michael debió decidir ir al encuentro de su espíritu, ya que a la mañana siguiente, encontré su cuerpo inerte en la cubierta del barco.

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