Tu cama era entonces más pequeña, apenas cabíamos dos adolescentes en aquel colchón de noventa centímetros. Pero crecimos, y nuestra cama creció con nosotros, y luego tuvimos que comprar una cuna, que era como el resumen de aquella camita en la que nos habíamos conocido con catorce años. ¿Y te acuerdas del camastro de la noche que pasamos en el hostal de Cuzco? Hemos compartido tanto, que me apetece ahora meterme en tu camilla, y descansar en paz contigo, como los pájaros, en un nido de madera tan estrecho, que nos una para siempre como aquel primer colchón.
Precioso texto. Enhorabuena.