Relatos finalistas en el concurso “Palabras en su punto de sal” (II)

Hoy te dejamos nuevos textos finalistas de nuestro concurso “Palabras en su punto de sal”. Para ver los microrrelatos publicados anteriormente, pincha aquí.
“Aliños de cólera y jugos de pasión” de Sonia Garcinuño (14 votos)
Durante años había cocinado recetas de ira encebollada. Las aliñaba con agrias lágrimas y  vacíos aromas. De forma constante los comensales de su vida bebían su acidez y masticaban su amargura. Su insípida resignación marcaba cada plato de su desaborida existencia.  Un especiado aire del sur hizo que abandonara su cocina de conformismo sombrío, logró que apartara sus hirientes condimentos y comenzó a preparar recetas de pasión. Apartó las lágrimas enharinadas, retiró ácidos ingredientes y agregó una sonrisa agridulce en todos sus platos. Horneó saladas maneras, cocinó a fuego lento suculentas palabras e incluso añadió una mirada picante en sus ojos. Sus manos se convirtieron en expertas amasadoras de efusión. Su alma se aromatizó de encanto. Todos los comensales notaron el cambio. Todos sintieron que en cada bocado que daban engullían la parte alegre del mundo. Fue entonces cuando ella triunfó.
“Navidad en el restaurante chino” de Víctor Mosqueda  (11 votos)
Salimos del restaurante de comida china pensando en aquel poema de Carlos Ochoa: ?¿Será por eso que de este lado del mundo toda comida que se precie termina en postre??.  ?¿Será por eso ?continúa el cínico? que por acá todo buen año termina empalagado de frutos secos, dulce de lechosa y promesas imbéciles? ?¿Será por eso ?pregunta el romántico? que mi corazón se torna blando y me lleno de lugares comunes? ?Lo único común que a mí me interesa ?contesta el sátiro? son las fosas.  Es 24 de diciembre y le pedimos al mesonero el postre menos occidental que tenga. Nos trae unas galletas agrias con salsa picante de pulpo. Y yo, como Ochoa, intento entender por qué un sabor se transfiere al otro, pero sólo guardamos el último, no importa si dulce, agrio o salado; por qué un mes se transfiere al otro y sólo guardamos el último, no importa si mediocre o tópico; por qué un año se transfiere al otro?  Salimos del restaurante con el picante todavía en los labios, agradecidos de no tener el menor rastro dulce en el paladar que nos regresase, en plena navidad, al infierno de nuestra infancia.
“Sal y melocotón” de Ana Belén Rodríguez (10 votos)

Mi día saluda con sabor a melocotón y comienza de madrugada en la cocina. Mientras me cruzo en el metro con completos desconocidos que cada día no hacen más que huir de una rutina tediosa, yo camino feliz aunque agridulce a casa. Regreso cada noche, soltando el peso de la querencia, y él me abraza esperando a dar juntos ese último toque de sal o azúcar del día. Sin embargo, al amanecer la luz se oscurece, hasta que vuelvo a ser yo cada noche con la suave fragancia de una de sus recetas. Dulce, salado, cítrico? el melocotón siempre formaría parte de él y de su llegada a mi vida.Todo comenzó cuando un abril caminaba cargada de bolsas y un pequeño melocotón saltó de una de ellas suicidándose en aquella avenida. Nunca una muerte fue tan querida. Él me miró, lo recogió con suavidad y se presentó con aquella invitación a cenar. Esa noche cocinamos en su casa dulces miradas de almíbar y entre fogones, vino y rosas, me dijo: “¿Sal?”, y entró en mi vida.

_______________________________________________________
QUIZÁS TE INTERESEN NUESTROS

 

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *