Lázaro Rodríguez |
Hoy os dejamos un artículo muy especial en nuestro blog, ya que os presentamos El balaje del rey Salomón una novela de Lázaro Rodríguez Díaz-Delgado, participante de nuestro taller on line de Proyectos Literarios (Verbalina).
El balaje del rey Salomón (ed. Ledoria) es el resultado de varios meses de trabajo de Rodríguez Díaz-Delgado, una labor no solo creativa sino también de rigurosa documentación histórica.
Querido Lázaro, desde Verbalina nos alegramos sinceramente de tu publicación y te deseamos la mejor de las suertes en este proyecto.
La novela se presentará el próximo lunes 10 de septiembre a las 20.00h en la Casa de la Cultura de Ocaña (Toledo). Para más información, puedes consultar la web del ayto. de Ocaña: http://www.aytoocana.com/index.php?id=278&backPID=27&tt_news=295
Si quieres conocer mejor a Lázaro Rodríguez, autor de esta obra, puedes consultar la web de la editorial Ledoira: http://www.editorial-ledoria.com/NOVELISTAS-H.99.0.html#c1184
SINOPSIS DE EL BALAJE DEL REY SALOMÓN DE LÁZARO RODRÍGUEZ
Juan Centeno, un investigador privado que vive en un pueblo de la provincia de Toledo, recibe la llamada de una joven, María Blasco, rogándole que viaje a Santo Domingo de la Calzada para investigar la desaparición de su jefe, Lorenzo López de Haro, un historiador especializado en la Baja Edad Media.
Lorenzo había recibido el encargo del arzobispo de Toledo —poco después del fallecimiento de monseñor Lustiger, cardenal arzobispo de París— de estudiar la «Positio Histórica» del proceso de beatificación de la reina Isabel la Católica y encontrar pruebas y evidencias para acelerarlo.
Algunas personas, Lustiger era una de ellas, opinaban que la implantación en sus reinos de la Nueva Inquisición y el Decreto de Expulsión de los judíos fueron actos brutales contrarios a los mandamientos de la Iglesia y, en consecuencia, se oponían al citado proceso.
Juan va a Santo Domingo de la Calzada, y en Tricio, un pueblo cercano al anterior, descubre el cadáver de Lorenzo oculto en un sepulcro de piedra con una nota entre sus manos en la que el fallecido había escrito Nostradamus y la Orden de la Paloma.
Más tarde, Juan encuentra otra nota de Lorenzo en la que le pide que continúe con su investigación y les marca, a él y a María, el itinerario que deben seguir.
En el transcurso de la investigación, María y Juan averiguan que Lorenzo había sido envenenado con acónito por la Orden de la Paloma, una orden fundada en 1379 por Juan I, el hijo y heredero de Enrique II —el primer rey de la dinastía Trastámara—. El acónito también pudo utilizarse, también, para asesinar al citado Enrique II y a otros miembros de la dinastía, que intentaron reestablecer el poder de la monarquía y librarse de la influencia que los judíos y conversos habían conseguido en el reinado de Pedro I: su corte se decía era una corte de judíos, y ese fue la razón esgrimida por su hermanastro bastardo, el futuro Enrique II, para asesinarle y coronarse rey.
María y Juan llegan a la conclusión de que Lorenzo buscaba el collar de la Orden de la Paloma, y que éste era el que entregó Juan II de Aragón para firmar el contrato de arras del matrimonio de su hijo con Isabel de Castilla.
En el recorrido por los distintos lugares marcados en el itinerario se dan cuenta que el matrimonio había sido organizado por el rey de Aragón con la ayuda de un grupo de judíos y conversos y la colaboración de un grupo de nobles y de sirvientes cercanos al entorno de Isabel, entre los que destacaban Gutierre de Cárdenas y Gonzalo Chacón, posiblemente también de origen converso.
La trama, a partir de ese momento, se centra en localizar el collar, que también buscan los miembros de la Orden, y descubrir porqué era tan importante para ellos y para Lorenzo.
Las pistas dejadas por el historiador les llevan a visitar distintos lugares: Ocaña, Torrijos, Toledo, Valencia y Murcia, donde investigan sepulcros, escudos heráldicos, palacios, iglesias y catedrales.
En la Catedral de Murcia una cuarteta de Nostradamus, una de las pistas dejadas por Lorenzo, señala que allí podía encontrarse el cáliz de la Última Cena. Sin embargo, María y Juan, cuando van a Valencia, descubren la historia del Cáliz, que es el que se venera y guarda en la catedral de esa ciudad.
Juan establece una relación entre el cáliz y el collar de balajes —uno de los cuales de acuerdo con algunos cronistas de la época pudo pertenecer al rey Salomón—, descubre a los miembros de la Orden de la Paloma, infiltrados en la curia arzobispal, y el lugar en el que se encuentra el collar.
Otra trama paralela apunta a que la Orden de la Paloma, en la que se habían infiltrado judíos conversos en el reinado de Juan I, perseguía varios objetivos: proteger el balaje de Salomón, controlar el estado y las instituciones y establecer su reino en su querida Sefarad.
Juan deduce que la reina Isabel, desde niña, había estado rodeada de conversos y algunas de sus decisiones, como la implantación de la Nueva Inquisición y la Expulsión de los judíos —a los que ella consideraba sus queridos súbditos—fueron propiciadas por ese entorno y por su marido Fernando.
El descubrimiento del collar y una copia del cáliz de la Última Cena facilitan las evidencias necesarias para conseguir el objetivo perseguido: acelerar el proceso de beatificación de la reina Isabel la Católica.
Lorenzo había recibido el encargo del arzobispo de Toledo —poco después del fallecimiento de monseñor Lustiger, cardenal arzobispo de París— de estudiar la «Positio Histórica» del proceso de beatificación de la reina Isabel la Católica y encontrar pruebas y evidencias para acelerarlo.
Algunas personas, Lustiger era una de ellas, opinaban que la implantación en sus reinos de la Nueva Inquisición y el Decreto de Expulsión de los judíos fueron actos brutales contrarios a los mandamientos de la Iglesia y, en consecuencia, se oponían al citado proceso.
Juan va a Santo Domingo de la Calzada, y en Tricio, un pueblo cercano al anterior, descubre el cadáver de Lorenzo oculto en un sepulcro de piedra con una nota entre sus manos en la que el fallecido había escrito Nostradamus y la Orden de la Paloma.
Más tarde, Juan encuentra otra nota de Lorenzo en la que le pide que continúe con su investigación y les marca, a él y a María, el itinerario que deben seguir.
En el transcurso de la investigación, María y Juan averiguan que Lorenzo había sido envenenado con acónito por la Orden de la Paloma, una orden fundada en 1379 por Juan I, el hijo y heredero de Enrique II —el primer rey de la dinastía Trastámara—. El acónito también pudo utilizarse, también, para asesinar al citado Enrique II y a otros miembros de la dinastía, que intentaron reestablecer el poder de la monarquía y librarse de la influencia que los judíos y conversos habían conseguido en el reinado de Pedro I: su corte se decía era una corte de judíos, y ese fue la razón esgrimida por su hermanastro bastardo, el futuro Enrique II, para asesinarle y coronarse rey.
María y Juan llegan a la conclusión de que Lorenzo buscaba el collar de la Orden de la Paloma, y que éste era el que entregó Juan II de Aragón para firmar el contrato de arras del matrimonio de su hijo con Isabel de Castilla.
En el recorrido por los distintos lugares marcados en el itinerario se dan cuenta que el matrimonio había sido organizado por el rey de Aragón con la ayuda de un grupo de judíos y conversos y la colaboración de un grupo de nobles y de sirvientes cercanos al entorno de Isabel, entre los que destacaban Gutierre de Cárdenas y Gonzalo Chacón, posiblemente también de origen converso.
La trama, a partir de ese momento, se centra en localizar el collar, que también buscan los miembros de la Orden, y descubrir porqué era tan importante para ellos y para Lorenzo.
Las pistas dejadas por el historiador les llevan a visitar distintos lugares: Ocaña, Torrijos, Toledo, Valencia y Murcia, donde investigan sepulcros, escudos heráldicos, palacios, iglesias y catedrales.
En la Catedral de Murcia una cuarteta de Nostradamus, una de las pistas dejadas por Lorenzo, señala que allí podía encontrarse el cáliz de la Última Cena. Sin embargo, María y Juan, cuando van a Valencia, descubren la historia del Cáliz, que es el que se venera y guarda en la catedral de esa ciudad.
Juan establece una relación entre el cáliz y el collar de balajes —uno de los cuales de acuerdo con algunos cronistas de la época pudo pertenecer al rey Salomón—, descubre a los miembros de la Orden de la Paloma, infiltrados en la curia arzobispal, y el lugar en el que se encuentra el collar.
Otra trama paralela apunta a que la Orden de la Paloma, en la que se habían infiltrado judíos conversos en el reinado de Juan I, perseguía varios objetivos: proteger el balaje de Salomón, controlar el estado y las instituciones y establecer su reino en su querida Sefarad.
Juan deduce que la reina Isabel, desde niña, había estado rodeada de conversos y algunas de sus decisiones, como la implantación de la Nueva Inquisición y la Expulsión de los judíos —a los que ella consideraba sus queridos súbditos—fueron propiciadas por ese entorno y por su marido Fernando.
El descubrimiento del collar y una copia del cáliz de la Última Cena facilitan las evidencias necesarias para conseguir el objetivo perseguido: acelerar el proceso de beatificación de la reina Isabel la Católica.
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