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Como ya te avancé en otro artículo, hoy me gustaría continuar hablando sobre concentración. Ya vimos qué es la concentración, el “estado de flow” y algunas razones que impiden que nos concentremos o que mantengamos la atención durante cierto tiempo.
Ahora me gustaría que habláramos sobre qué podemos hacer fuera de nuestra jornada de escritura para facilitar el estado de concentración cuando nos sentemos a trabajar en nuestra obra. Estoy segura de que tú tienes tus truquillos, por eso te animo a que los compartas en los comentarios de este post.
Estas son 3 claves que puedes poner en práctica en tu día a día que favorecerán que, cuando estés frente a la hoja en blanco, tu mente se concentre en tus personajes y en la historia que deseas contar.
- Finaliza los asuntos pendientes y combate el efecto Zeigarnik
- Prioriza las tareas
- Planifica y gestiona tu tiempo (una cosa para cada tiempo y un tiempo para cada cosa)
Por supuesto, si eres de las personas que no tienes dificultad para concentrarte cuando escribes, quizás no sea necesario que pongas en práctica estas tres claves. Como he dicho en este blog, cada escritor debe conocerse. Lo que le es muy útil a uno quizás no lo es tanto para otro.
Pero si no tienes los cinco sentidos en la escritura durante el tiempo que estás trabajando en tu obra o si deseas mejorar tu concentración y aprovechar mejor tu tiempo libre, te animo a que leas y pongas en práctica estas tres ideas. Como decía, las puedes aplicar en tu día a día para cualquier tarea o actividad que desees realizar (no únicamente cuando estés escribiendo tu novela o relato).
No me extiendo más con preámbulos. ¡Comencemos!
Finaliza tus asuntos pendientes y combate el efecto Zeigarnik
Sentarse a escribir requiere soledad. Es necesario que nada interfiera entre tú y la historia que deseas contar para poder expresarla en palabras. Entonces, ¿por qué nos interrumpe esa voz que oímos dentro de nuestra cabeza cuando nos disponemos a escribir? Sabes de qué voz estoy hablando, ¿verdad?
Si nos dijera algo así: “¡Venga, ánimo, que sólo te falta un párrafo para acabar el capítulo!”, al menos nos animaría a concentrarnos en la escritura. Sin embargo, las cosas que nos dice son estas: “La lavadora está apunto de acabar y te sientas a escribir, ¿por qué no esperas y tiendes la ropa?”; “oye, no has terminado de responder los emails, ¿cuándo vas a hacerlo?”; “aún tienes pendiente por concretar lo que se habló en la reunión de vecinos…”
Uno de los obstáculos para concentrarnos es haber dejado tareas a medio realizar. Como el cerebro está programado para concluir lo que empieza, recordamos con más facilidad la información sobre las actividades que debemos terminar o que han sido interrumpidas antes de finalizarlas. Eso es lo que se denomina “efecto Zeigarnik”.
Sobre el efecto Zeigarnik hablaré con detalle en otro artículo ya que, aunque en parte es responsable de nuestra falta de atención, también podemos hacer que juegue a nuestro favor tanto en nuestras jornadas de escritura como a la hora de crear suspense en nuestras obras. No obstante, me gustaría comentar aquí lo que concierne a la concentración.
Por qué el efecto Zeigarnik nos impide concentrarnos para escribir
Como explicaba, este efecto tiene relación con la necesidad de nuestro cerebro de concluir las tareas. Nuestra mente prioriza la información sobre los procesos que hemos dejado a medias y que “deben” finalizarse.
De este modo, recordamos insistentemente que hemos dejado cartas o correos sin responder (ya que no hemos finalizado esa actividad y “debemos” hacerlo), o que el programa de la lavadora está a punto de acabar y debemos tender la ropa (la tarea no queda completa si no se seca la ropa tras lavarse) .
Por tanto, el efecto Zeigarnik es el que provoca que tengamos pensamientos intrusivos que nos impiden concentrarnos cuando deseamos escribir. Dicho de otro modo, este efecto es el responsable de que recordemos de manera insistente que tenemos que realizar otras tareas que no son la escritura (que es en la actividad en que deseamos concentrarnos).
Cómo disminuir los pensamientos intrusivos y mejorar la concentración
Para intentar no tener este tipo de pensamientos (o tener los menos posibles) y conseguir una buena concentración, la mejor solución es aplicar el sentido común:
- Si la tarea es realmente prioritaria, finalizarla antes de sentarnos a escribir.
- Si la tarea no es prioritaria, asignarle un tiempo para su realización. De este modo, aunque aún no hayamos finalizado esa tarea, sabemos en qué momento vamos a hacerlo y no será necesario que esa voz inoportuna nos lo esté recordando continuamente.
En definitiva, priorizar nuestras tareas y planificar la gestión de nuestro tiempo van a ayudar a que tengamos la atención centrada en la creación y redacción de nuestra obra. En otras palabras, esas dos acciones van a facilitarnos que nos concentremos en nuestras jornadas de escritura.
Prioriza tus tareas
Ya conocemos en qué consiste el efecto Zeigarnik y hemos aplicado el sentido común para combatirlo. Sin embargo, esa voz impertinente no deja de molestar. Aunque ahora no nos recuerda tareas inacabadas que debemos realizar, nos incordia mencionando que hay otras cosas más importantes que escribir y que debemos atender.
Pero, aunque para otras personas no sea así, escribir es importante para ti. Sí, lo es. Y como otras actividades también requieren de tu atención, es indispensable que tengas claro cuáles son prioritarias para ti.
Evaluar qué es preferente y clasificar las tareas según nuestras prioridades nos ayudará a repartir nuestro tiempo de una manera más adecuada. El tiempo que asignaremos a las actividades que debemos desarrollar o que nos gustaría llevar a cabo podrá ser diario, semanal o mensual, dependiendo de su grado de prioridad y otras variables como la frecuencia con que hay que realizarlas o el tiempo que nos lleva completarlas.
Tener claro que la escritura forma parte de nuestras prioridades y asignar un tiempo para ello nos ayudará a concentrarnos cuando nos sentemos delante de la hoja en blanco. Los pensamientos del tipo “aprovecharías mejor este ratito si en lugar de escribir estuvieras haciendo…” cesarían, ya que esas otras actividades también tienen su lugar en tu agenda.
Es probable que pienses que todo esto es muy fácil decirlo y muy difícil hacerlo. Tienes razón, a mí también me resulta complicado. La vida se enreda con un montón de ocupaciones que debemos atender. Por esta razón y para ayudarte a establecer tus prioridades la próxima semana te hablaré del método de la caja de Eisenhower (pero eso será la semana que viene).
Planifica y gestiona tu tiempo (una cosa para cada tiempo y un tiempo para cada cosa)
Esto de “planificar y gestionar el tiempo” puede parecer un tema necesario si hablamos de las tareas del trabajo, pero no para aplicarlo a la vida cotidiana. El motivo es que bastante agobiados estamos haciendo lo que debemos cuando trabajamos que en nuestro tiempo libre, con toda la razón del mundo, nos gusta dejar espacio a la espontaneidad. Es genial levantarse por la mañana, abrir la ventana, ver que hace bueno y, sin previsión alguna, hacerse un bocata e ir a pasar el día al monte o al río (en Toledo no tengo cerca la playa, pero si tú la tienes, aprovéchala).
Por ello, antes de entrar de lleno en este punto, me gustaría comentar un par de cosas:
- La planificación del tiempo no debe ser un corsé que nos oprima, sino una herramienta que nos permita disfrutar mejor del día.
- Es conveniente que la planificación sea flexible y deje cierto espacio a la espontaneidad sin sentirnos culpables de perder el tiempo.
Por otro lado, una de las razones de mejorar la gestión de nuestro tiempo libre es que no todo él es tiempo de ocio. El tiempo libre son las horas que transcurren fuera de nuestra jornada laboral. En ese tiempo se incluye nuestro ocio (cuando realizamos actividades que nos gustan), pero también hay que incluir obligaciones y tareas que no nos gustan pero que debemos atender.
Si en tu tiempo libre las obligaciones invaden el espacio destinado al ocio o a otras actividades importantes (aunque no urgentes), puede ser una buena idea que pruebes algún tipo de planificación de tu tiempo. Ello no sólo permitirá incluir en tu día a día actividades como la escritura, sino que hará que te sientas más concentrado y que prestes mayor atención a la tarea que estás realizando en cada momento (evitando los pensamientos intrusivos).
Cómo planificar el tiempo libre
Puedes utilizar cualquier agenda que te guste para planificar tu tiempo (aún no tengo lista la Agenda del Escritor de 2019, pero te avisaré en cuanto esté), y puedes seguir el siguiente método:
- Haz una lista con todas las tareas que debes realizar y también con las actividades que te gustaría llevar a cabo, desde hacer la compra hasta llamar a un amigo, sin olvidarte de escribir.
- Agrúpalas según su prioridad. Para ello puedes aplicar la caja de Eisenhower (de la que te hablaré la próxima semana).
- Asigna un tiempo para cada una de las actividades según su prioridad y su periodicidad. Por ejemplo, si las tareas urgentes e importantes no son muchas, quizás puedas dedicar 1 hora diaria a escribir. Sin embargo, si esas tareas son más numerosas, quizás sea más viable que emplees 2 horas 1 día a la semana.
- Escríbelo en agendas o en planificadores diarios, semanales y mensuales, según tus necesidades y preferencias. Así podrás consultarlo y no olvidarás nada.
- Sin perder de vista la flexibilidad, adquiere el compromiso de seguir la planificación.
Tener un tiempo para cada cosa y hacer cada cosa en su tiempo facilitará que te concentres en la tarea que estés realizando, sobre todo en las creativas como escribir, y que estés con los 5 sentidos cada vez que te enfrentes a la hoja en blanco.
Y tú, ¿sigues algún tipo de planificación en tu tiempo libre? ¿Conocías en qué consiste el efecto Zeigarnik? ¿Encuentras dificultad para encontrar un hueco para escribir en tu día a día? Cuéntame, cuéntame…
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RUTH M. RODRÍGUEZ, Verbalina Escuela de Escritura Creativa
Ohhh Dios aquello de la planificación, autocontrol y disciplina… Que lío se me arma cuando decido cumplirlo… No desistiré… Gracias por los nuevos consejos…
Yo escribo en una pequeña agenda lo que quiero hacer como si fuera la lista de la compra. luego tacho lo ya realizado. Y de verdad que funciona. El cerebro lo gestiona como si cerraras puertas y ya no te da la lata con cosas pendientes.
Una idea más sobre el tema.
Saber exactamente, antes de empezar, de que se quiere escribir, y contarlo sin miramientos. Mas tarde habrá tiempo para corregirlo, si es necesario.
Gracias Ruth.
Ahora entiendo por qué ando inquieto cuando no terminoalgo algún trabajo
Jo, Ruth, me guardo esta serie de artículos como oro en paño. Como dices, planificarse no es coser y cantar, pero es un primer, y básico, paso para que ese “puñetero” Zeigarnik no nos arrastre. Con el sentimiento de culpa que luego nos deja cuando se va…
Para escribir intento aprovechar los viajes en metro para ir y volver del trabajo esquematizando la historia, intentando visualizarla para que cuando encuentre el momento solo tenga que narrarla, no inventarla.
Esperando quedo esa caja de Eisenhower y esa agenda, me chiflan agendas y libretas (a veces pienso que son manifestaciones inconscientes de algo más).
¡Saludos!
Gracias por los consejos. Empezaré hoy mismo a ponerlos en práctica. Mi cabeza siempre anda loca, pensando mil cosas a la vez.
Sí. Planificar es fácil o tal vez no según la vida de cada cual, la edad, la familia y todas esas cosas que nos meten en laberintos diarios. Pero hay algo que me recomendó un escritor hace años: escribe todos los días algo, aunque sean dos líneas. Y tenía razón. La escritura es como el ejercicio físico. Para estar en forma hay que practicar todos los días, según cada cual pueda.
Siempre me ha gustado escribir y narrar historias,pero por mis multiples ocupaciones a veces dejo las historias inconclusas,gracias por este artículo tan maravilloso,ayuda mucho a personas como yo
Gracias a ti, Marina. Espero que saques algo más de tiempo para escribir y que puedas concluir esas historias. Saludos.
Hola Verbalina, geniales consejos. El que más necesito aplicar es el de priorizar tareas. Aunque los tres sin imprescindibles para producir buenos textos.