Relatos finalistas del concurso “Palabras en su punto de sal” (y III)

Esta es la última entrada que publicamos con los microrrelatos finalistas en nuestro concurso “Palabras en su punto de sal”. Ya sabes que puedes leer los otros textos aquí (I) y aquí (II).
¡Os deseamos rujientes lecturas!

“A fuego lento” de Sandra Esteban (10 votos)
Cortar en juliana, sofreír las verduras, reservar. Seguía la receta al pie de la letra, las  de su madre primero y ahora las de su suegra, así lo exigía él. Era más fácil no pensar, no cuestionar las cosas, actuar como un autómata. Con el paso del tiempo se cansó de luchar y se limitó a seguir sus instrucciones. Hasta hace unas semanas cuando algo se le quebró por dentro al tiempo que él rompía su mandíbula, algo hervía  de nuevo en su interior.  Llegaba tarde a la cena, como siempre y eso sólo servía para macerar sus ideas; su mente ya no podía dormir.¡Te dije que no me llames cuando estoy en el bar!” gritó  al entrar “¿Qué es esto?, si no sabes cocinar” escupió las palabras con desprecio al ver los fogones llenos. “Nuestra última cena” dijo ella solemne. Cogió su delantal y se largó sin miedo.
“Rutina cambiada” de Alicia Esteban (8 votos)
Hoy ha sido un día de esos en los que caminas arrastrando los pies, porque te pesa hasta el alma. Un día sin ánimo, en el que actuaba por inercia tecleando informes sin apenas pensar.
– Al fin las 19:00.
Apagué el ordenador, me retoqué el pelo y salí disparado al bar de enfrente. En cuanto entré miré a la mesa del fondo a la izquierda. Mi día no mejoraba: Ella no estaba.
No podía creerlo, desde hacía semanas la observaba cada día. Siempre con su café en vason libro entre las manos. Me fascinaba su mirada absorta, bebiendo las palabras. Sólo cuando ponía el sobre vacío del azúcar de marcapáginas sabía que ella volvería a la realidad y me dedicaría una mirada al salir. Parecía tan cómoda en su soledad. Qué distinta era a mí, que cada día me pesaba más.
Me senté en su sitio, añorando su presencia. Sobre la mesa había mucho azúcar desparramado y entre sus gránulos había dibujado un sinuoso camino con el dedo. Lo recorrí con la mirada y me costó descifrar que ponía: Atrévete.
– Sonreí.
Mañana convertiré la mirada en palabra mientras sueño con un beso.
“…Y cada mañana” de Marga Ribera (7 votos)
…Y cada mañana recibía un vaso de agua mágica de autoestima mientras mi madre, con su cálida voz me decía: “La dignidad es 1000 veces más importante que el dinero”. Aún lo recuerdo…es el sabor mas dulce de mi vida.
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